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Perú sale a enfrentar a bolivia en 1927

Al fútbol le hace falta su Mistura

La selección peruana nació en 1927 y poco o nada ha cambiado

Con los mismos ingredientes de siempre, combinados de la misma manera, el fútbol peruano no se ha modernizado ni dentro ni fuera de las canchas

Jaime Pulgar Vidal Otálora

Publicado: 2013-09-12

La selección peruana de fútbol nació en 1927 con muchos de los ingredientes que aún existen hoy en día. A diferencia de Mistura, que tomó los viejos platos de la comida popular peruana y los convirtió en gourmets, en modernos; con los mismos ingredientes pero combinados de otra manera, con otros añadidos llegados de fuera, y sirviendo todo en platos grandes con porciones pequeñas; el fútbol, en cambio, tiene y utiliza los mismos ingredientes desde 1927, cuando nació la primera selección peruana.  

El primer ingrediente es la desorganización. El estado caótico de la Federación Peruana de Fútbol. Aunque parece que en eso hemos mejorado -tenemos un presidente elegido democráticamente y una aparente institucionalidad-, lo cierto es que el caos de antaño fue reemplazado por el antiquísimo sistema de dones y contradones del cual nos habla la historiadora Carmen Mc Evoy y, mediante el cual, los presidentes de las federaciones departamentales eligen al presidente de la FPF.

Esta institución debía organizar la Copa América de 1927 pero no pudo hacerlo debido a que, pese a haber sido fundada en 1922, vivió una época de total caos hasta que se reorganizó a partir del primero de diciembre de 1925.

Aunque la Confederación Sudamericana de Fútbol, a la que Perú se había afiliado provisionalmente en 1924, le había otorgado a ese país la sede del torneo sudamericano de 1927, el diario limeño La Prensa, adicto al presidente de la República, Augusto Leguía, acusó al presidente de la federación de entonces, Alejandro Garland, de querer vender la sede a la federación uruguaya. Es entonces que el propio gobierno del Perú tuvo que intervenir para garantizar económicamente el evento. Fue una de las primeras veces que Leguía se acercó al mundo del fútbol, aunque no la primera vez que se encontró con alguna fiesta popular.

La aparición de los políticos al lado de futbolistas que van a participar en un torneo importante, popular, es nuestro segundo ingrediente.

El tercero es, tal vez, el más grave. La prensa deportiva, que a estas alturas del siglo XXI debería encargarse de ofrecer aportes con argumentos válidos y no sólo con trilladas frases como la de “Fuera Burga”, no sólo ofrece poco o nada sino que más bien se convierte en representante de entrenadores ofreciéndolos a la FPF. Hoy en día sueltan el nombre de Marcelo Bielsa o de Ricardo Gareca. En 1927 discutían si debía ser un peruano o un uruguayo el entrenador de la selección. Las discusiones aparecían en los diarios La Prensa y El Comercio.

Como era la primera selección, los dirigentes querían a un técnico que les enseñase los fundamentos del deporte a los futbolistas locales. La Prensa quería a un DT peruano; El Comercio, a uno uruguayo. El elegido fue el uruguayo Pedro Olivieri. Como escribe el periodista de Uruguay, Atilio Garrido, “Olivieri había sido half en River Plate (1913) pasando a Nacional donde jugó y se llenó de títulos entre 1914 y 1922. Ganador con cero falta de la primera Triple Corona de Nacional le decían "Maquinita" por el gran despliegue físico que evidenciaba para "marcar el ala"”. Olivieri había dirigido a Uruguay en la Copa América de 1922, en la que los uruguayos terminaron terceros. Llegó a Lima el 8 de octubre de 1927 a bordo del vapor Oroya y dirigió las prácticas de Perú por espacio de veinte días en la Escuela de Hidroaviación de Ancón. Los jugadores aprendieron las técnicas que les permitieron rematar con fuerza, hacer pases rasantes y parar la bola en forma rápida.

De esta concentración escapaba todas las noches el jugador Basurto. Castigado por la FPF, al final fue perdonado y disputó los partidos del campeonato. La indisciplina es el cuarto ingrediente.

El 16 de octubre, los seleccionados jugaron un partido de preparación entre un equipo “A” y otro “B”. El cotejo, que se realizó en el campo del Circolo Sportivo Italiano, terminó sin goles.

Cuatro días después, el uruguayo convocó a los 17 jugadores peruanos que defenderían por primera vez a su selección nacional. Estos fueron:

Los arqueros Pardón y Segalá. Los defensas Saldarriaga, Moscoso y Maquilón. Los mediocampistas Basurto, Filomeno García, Dañino y Ulloa; y los delanteros Muro, Sarmiento, Neira, Villanueva, Aranda, Montellanos, Lavalle y Córdova.

El debut peruano se produjo el 1 de noviembre ante 20 mil 824 espectadores. La primera alineación fue con Pardón, Saldarriaga, Moscoso, Basurto (quien fue el capitán), Filomeno García, Ulloa, Lavalle, Montellanos, Aranda, Villanueva y Muro.

Antes de que se inicie el partido, el presidente Leguía fue una vez más el protagonista. Era la primera vez que una selección peruana iba a jugar un partido internacional. Cuenta el diario La Prensa que “a las 3 y 45 p.m. las bandas del Ejército ejecutaron la Marcha de Banderas, anunciando la llegada del Presidente de la República, señor Augusto B. Leguía. En efecto, minutos después, apareció en la tribuna oficial el Jefe del Estado, en compañía de los miembros de su gabinete, siendo saludado por el público con una ruidosa ovación”.

Tras la salida de ambos equipos, sus capitanes invitaron a Leguía a dar el play de honor, una añeja ceremonia que hasta la fecha se repite en nuestro fútbol. Leguía bajó al campo vestido con su frac, utilizando en su mano izquierda un bastón. Ante la mirada de los capitanes, que lo habían dejado totalmente solo en el medio del campo, el Presidente de la República clavó la mirada en la pelota de cuero y le dio un puntapié con la pierna derecha.

El rival de aquel día fue Uruguay, ganador del oro olímpico en 1924. Era un equipo tan poderoso que el hecho de que el primer tiempo terminara sin goles, provocó una delirante ovación del público. En el segundo tiempo Uruguay anotó cuatro goles y terminó ganando el partido por 4-0. Cuentan las crónicas de la época que el primer gol en contra de Perú fue un autogol de Ulloa.

Los más de 20 mil espectadores que consignan los periódicos llegaron al Nacional a ver el debut peruano fueron los pagantes. Sin embargo hubo muchos más. Al parecer llegaron a ser como 30 mil los espectadores. Ocurre que por la puerta de acceso a la tribuna de los periodistas irrumpió una gran cantidad de público que no había podido comprar su boleto. Así, una gran masa invadió el campo y se ubicó detrás de los arcos desde donde observó el encuentro. No fue reventa pero sí el carrusel lo que ya existía en 1927. Sin embargo nos consta que en 1938 la reventa ya existía pues jugadores del Atlético Córdova, un club de primera división de nuestro fútbol, vendían las entradas de cortesía que les daban para llevar algo de dinero a sus hogares.

El domingo 13, Perú tenía la opción de lograr su primer triunfo ya que ese día se mediría con los bolivianos.Se iban jugando cinco minutos del partido entre peruanos y bolivianos cuando empezó a sonar la Marcha de Banderas. Algunos olvidaron lo que estaba sucediendo en la cancha y dirigieron su mirada hacia la puerta que comunica la tribuna oficial con el exterior del estadio. Por allí, una vez más vestido de frac, hizo su ingreso el Presidente de la República. Augusto Leguía llegó, por primera vez, tarde a un partido por el Sudamericano de Fútbol. Su demora sirvió para demostrar que, aún en medio del fútbol, un deporte que ya para 1927 se había tornado popular, Leguía podía deslumbrar.

Se ubicó en el lugar de honor, reservado para él, y desde allí pudo lograr que las acciones de juego se paralicen. Hasta allí, tanto los jugadores peruanos como bolivianos se acercaron a saludarlo. También fue el árbitro, el argentino Nay Foino. En ese equipo nacional jugaban obreros y albañiles, limeños y provincianos. Los jugadores no pudieron contener la emoción por tener tan cerca la figura carismática de Leguía. Lo saludaron con hurras, tanto peruanos como bolivianos, luego, como si hubieran recibido su aprobación, continuaron el partido.

Fue tal la estupefacción en que quedaron los locales, que ocho minutos después, el boliviano Bustamante anotó el primero para su equipo y un minuto después, el mismo Bustamante marcó el 2-0. Sin embargo los peruanos reaccionaron y convirtieron su primer gol por intermedio de Montellanos. Tras el tanto, cuenta La Prensa, que en las tribunas “unos a otros se abrazaban sin conocerse, y muchos sufrieron golpes que no sabían de dónde venían. Al saltar algunas personas perdían el equilibrio cayendo sobre las que se hallaban adelante, pero estas incidencias no eran tomadas en cuenta. Al que le arrojaban su sombrero, lo recogía alegremente sin disgustarse; es que todos estaban contagiados por una alegre locura”.

El gol del empate, saludado con pañuelos al aire, fue convertido por Neira. El gol del triunfo peruano convertido por Sarmiento, provocó la apoteosis. En su segundo partido internacional, Perú obtuvo su primer triunfo. Los once ganadores fueron Pardón, Maquilón, Moscoso, Ulloa, Saldarriaga, Dañino, Lavalle, Montellanos, Aranda, Neyra y Sarmiento.

En el siguiente partido del torneo, en una final adelantada, Argentina derrotó 3-2 a Uruguay y quedó a un paso del título. Sólo debía empatar con Perú.

El domingo 27 de noviembre se jugó el último partido. Ahora, el play de honor lo dio el embajador de EEUU, Miles Poindexter. Perú jugó con Pardón, Moscoso, Maquilón, Dañino, Saldarriaga, Basurto, Lavalle, Montellanos, Villanueva, Neira y Sarmiento.

Los argentinos abrieron la cuenta en el primer minuto por intermedio de Ferreira. Sin embargo, en el minuto tres, en la única genialidad peruana, se juntaron en una pared Villanueva y Lavalle para que el primero anotase el tanto del empate. Esta brillantez entusiasmó al público. La filigrana, el juego vistoso pero a veces inútil es el otro ingrediente. Lamentablemente, Argentina anotó otros cuatro por intermedio de Maglio, en dos ocasiones; una vez más Ferreira y Carricaberry. El cuadro albiceleste ganó 5-1 y se hizo del título del sudamericano de 1927. Uno de los problemas del equipo de Perú fue que casi nadie marcaba. Tanto delanteros como mediocampistas creían que esa labor sólo le correspondía a los defensas y dejaban pasar tranquilamente a los albicelestes hasta el área misma, marcándolos sólo con la mirada.

Así nació la selección peruana de fútbol. Es el año 1927. Poco o nada ha cambiado. Para internacionalizar nuestra comida -no para convertirla en la mejor del mundo, no seamos chauvinistas-, Gastón Acurio elaboró un diagnóstico y ejecutó un plan. En el fútbol no tenemos ni diagnóstico ni plan. Sólo los mismos ingredientes de siempre. Es que al fútbol peruano le ha hecho falta su Mistura.


Escrito por

Jaime Pulgar Vidal Otálora

Historiador y periodista deportivo


Publicado en

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